17 de sablit 2085
A
bordo estamos todos eufóricos. La inmersión ha sido perfecta, la
nave ha aguantado la presión y mis animales han aceptado con
naturalidad la ruta. Para celebrarlo he descorchado unas botellas de
vino y las he compartido con la tripulación. Al ver sus sonrisas he
pensado de inmediato en Erik. Lástima que él haya tenido que
perderse la misión, con todo lo que se ha implicado en el proyecto,
no solo en la programación del sistema de comunicación con los
simolestes, sino en charlas aburridas con políticos e inversores.
Quizás por eso lleva varias semanas tan raro, apenas sin ganas de
tocarme, pero habrá otros viajes experimentales tras este y a esos
podremos ir juntos. Estoy segura de que cuando vea el éxito de la
misión su apetito por mí
regresará.
El
doctor Futt me recuerda a Erik. También él lleva unos días
taciturno, y la situación solo ha ido a peor. Estuve buscándolo
por toda la nave para que se uniera a la celebración y lo encontré
en la sala de control mirando los paneles con el ceño fruncido.
Cuando le pregunté qué le pasaba no me contestó más que con
monosílabos. Supongo que está viejo para estos trotes. No importa,
en unas horas regresaremos a la superficie y podré contactar con
Erik. Una vez arriba navegaremos arrastrados por los simolestes, pero
al aire libre, como un barco corriente y antes del anochecer estaré
en casa con Erik. Entonces me aferraré a él y la alegría será
completa.
21 de sablit 2085
Llevamos
cuatro días bajo el mar.
Mis
ayudantes empiezan a alarmarse. He intentado convencerles de que todo
va bien, que alargar la misión será bueno para el proyecto, pero no
todos se lo han creído. El más afectado es el doctor Futt al que
he tenido que sedar y esconder en uno de los camarotes hasta que se
calme.
El
pobre, en sus ratos de consciencia, no para de murmurar que nos hemos
precipitado, que los simolestes aún no estaban listos para este
viaje y que los pequeños fallos de comunicación que tenemos con
ellos no harán sino aumentar.
Por
supuesto, creo que el doctor Futt exagera. Confío en mis
simolestes, yo misma los he entrenado, casi desde que salieron del
cascarón. ¿Y qué decir del sistema de comunicación? No podría
estar más segura de su buen funcionamiento. Erik jamás ha cometido
un error.
Mañana,
como muy tarde, saldremos a la superficie y el doctor Futt verá que
no había motivos para su angustia. Mientras será mejor que
descanse.
22 de sablit 2085
He
tenido un ataque de nervios mientras escuchaba las razones del doctor
Futt. Por suerte fui sola y nadie pudo verme temblar como una
chiquilla. Antes de salir tomé aire largo rato con los ojos cerrados
y luego me aseguré, mirándome al espejo, de que mi rostro mostrara
la misma fría resolución de siempre, pero temo que pronto la
tripulación vea el temor que late en mí. El sistema de comunicación
está fallando. Ya no puedo negarlo. ¿Cómo pudo Erik cometer
semejante descuido? La cabeza me arde y sé que esta noche tampoco
dormiré. La nave ya no desciende con tanta velocidad, pero mientras
no podamos comunicarnos con los simolestes estaremos a su merced, a
la suya y a la de las corrientes.
24 de sablit 2085
No
hay forma de negarlo. La nave se hunde cada vez más y los simolestes
no responden a nuestras órdenes. He tenido que reunir a mis
compañeros y darles una pizca de la verdad. Les he dicho que algo
falla y que necesitamos encontrar una solución antes de que la
presión sea demasiada para la estructura de la nave.
El
doctor Futt parecía querer decirme algo, pero al final ha callado y
se ha bebido dos botellas de vino. Hoy no he tenido que sedarle.
25 de sablit 2085
El
doctor Futt insiste en ser él quien salga a nado hasta los
simolestes y vea si les sucede algo. Al principio me he negado, pero
no he tenido otra opción. O iba él o iba yo. Somos los únicos a
los que los animales reconocen como autoridad. Y sí, aquí por
escrito y en la soledad del camarote, puedo reconocerlo. Me tiemblan
las manos al pensar en salir ahí fuera, no solo por la presión.
Apenas sabemos qué criaturas hay en estas aguas. Incluso desconfío
de mis simolestes. Nunca han sido agresivos, pero tampoco había
fallado antes la comunicación. ¿Cómo pudo Erik cometer un error
tan grave? Es absurdo. Cuanto más lo pienso menos sentido le veo.
29 de sablit 2085
El
doctor Futt no ha regresado. Le he esperado con impaciencia, casi
contando los minutos, pero nada. No ha habido ninguna señal. Algunos
de mis ayudantes dicen haber visto unas sombras enormes rodeando la
nave, dicen que quizás sean depredadores y que hayan acabado no solo
con el doctor Futt sino quizás también con los simolestes y que por
eso la nave no hace sino descender. Hace unos días me habría reído
y lo habría tachado de loco, pero ahora todos estamos locos. La nave
de los simolestes se parece más a un psiquiátrico que a un
prototipo científico. Ayer uno de los técnicos tuvo un ataque y
empezó a gritar por la nave que nos hundimos en el infierno. Cogió
un martillo y empezó a golpear contra uno de los cristales de
seguridad. Al intentar pararle, le abrió el cráneo a otro de los
compañeros que murió al instante. Entre gritos de espanto al final
hemos logrado desarmarle y sedarle, pero esta mañana me lo he
encontrado muerto en el pasillo. Tenía la cabeza destrozada a
martillazos y el arma aún estaba en su mano ensangrentada.
Por
si todo esto fuera poco, los golpes que dio sobre el cristal, unidos
a la presión, han abierto una grieta por la que entra el agua. La
hemos sellado, pero sé que no durará. Y, la verdad, ya no me
importa. He encontrado una nota entre las ropas del doctor Futt.
Estaba dirigida a mí, en una letra retorcida y brusca. Me dice que
Erik ha saboteado nuestra misión, que a los inversores no les
interesa que nuestro proyecto salga adelante. Me gustaría creer que
son suposiciones, rumores malintencionados, pero es como si de
repente todo cobrase sentido. Me he reído al terminar de leerlo, he
reído mientras unas lágrimas me humedecían la cara y pensaba en la
cabeza destrozada de mis colegas.
Desde
el interior del camarote oigo los gritos de mis compañeros, sus
golpes en mi puerta, como tratan de forzarla. Quieren que les
oriente, que les diga qué podemos hacer, pero es inútil. Sus gritos
suenan cada vez más lejanos en mis oídos, pese a que están justo
al otro lado de la puerta. Quizás se haya abierto un nuevo hueco en
la nave, quizás se estén ahogando. No importa. Es solo cuestión de
tiempo y, mientras, la nave sigue hundiéndose.