19 de septiembre de 2011

Recuerdo...

Recuerdo como el humo azulado subía siseando hacia la anaranjada luz que iluminaba la barra. Recuerdo que la luz no paraba de parpadear. El reflejo de la copa se apagaba y encendía. Mi dedo proyectaba una sombra roja desde la base al borde de la barra. Recuerdo que una joven cantaba un blues muy sentido, algo que provocaba sonrisas en los pocos clientes del local. Sin embargo, la dulce música que salía de sus labios se ensuciaba con las insinuaciones del tipo que, sentado a mi derecha, me miraba insistente. Con la camisa mal abrochada, y una mancha marrón en el cuello. Olía a sexo, y aun así, se me insinuaba como si llevara una vida de sequía. Recuerdo que era un puto fracasado, y pensé: ¿Por qué no? ¿por qué no darle la alegría de su vida?. Mi dedo, húmedo, jugaba con el borde de la copa, pero mi sutileza se enfrentaba a la burda mirada que lanzaba a mi escote. Recuerdo su boca ligeramente entreabierta. Era asqueroso, pero le sonreía. En su limitada sesera yo era una conquista de la que fardar. Pero yo sabía que conquistarme, que dejarme conquistar, sería humillarle. Él se creía grande, y yo me reía, aparentando timidez, con la mirada centrada en la barra, en las gotas que recordaban dónde estuvo mi copa. No podía parar de reír.

Recuerdo como todo cambió. La música sonaba hueca, y la luz anaranjada se había vuelto fría. Ya no oía voces, ni jugaba con el borde de mi copa. Recuerdo que mis pantalones se empapaban en el suelo. No recuerdo mi blusa; sí mi torso desnudo. Recuerdo el olor a sexo, más fuerte, más punzante, y ya no provenía solo del fracasado que, ante mí, sentado, jadeaba con los ojos cerrados. Recuerdo que mi mano ya no jugaba con el borde de la copa... Recuerdo que en mi boca ya no había un sabor dulce.

*  *  *

Las luces apagadas. Mi pantalón empapado por completo, y el frío. Recuerdo el frío penetrante. No recuerdo dónde estaba mi blusa, ni cuanto tiempo había pasado. Sin embargo, recuerdo a la perfección mi sonrisa. Todo parecía irreal, pero esa sonrisa... esa sonrisa me confirmaba que todo había pasado tal y como deseaba. Todo valía la pena, mientras recordaba a ese pobre fracasado saliendo al mundo, creyéndose importante... un tipo grande. Recuerdo a ese pobre infeliz...


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